El 24 de febrero Tania, de 18 años, estaba en el apartamento que compartía en Kiev con su prima cuando ésta la despertó en plena noche. Había escuchado una explosión. Recuerda que llevaban días oyendo hablar de la posible guerra, incluso bromeaban, porque nunca pensaron que podría suceder de verdad.

Tras el aviso de su prima, ambas llamaron a sus madres y ambas salieron de Kiev para irse a sus respectivos pueblos. Tania se reunió en Oliva con su madre y su hermano de 15 años, su prima se fue con su familia a Zoryn.

Tania pasó en Oliva unos cuantos días, pero como el conflicto seguía avanzando y los soldados rusos iban acercándose poco a poco a la zona, su madre decidió que era el momento de salir de allí. Les pidió a ella y a su hermano que recogieran todo lo esencial y los llevó a la frontera con Polonia. “Nunca había visto a mi madre tan agobiada y disgustada como ese día”, recuerda. Tania salió de Ucrania con su hermano de 15 años, pero su madre decidió quedarse allí para ayudar. “Está ayudando en la recogida de ropa y alimentos y también a que a otras personas a salir del país”, explica.

Tania llegó a Euskadi porque era un lugar que ya conocía. Durante 7 años pasó los veranos con una familia de Errenteria como participante de un programa de acogida y fue ahí cuando aprendió castellano. “El camino fue largo y muy incómodo. El tren estaba lleno de gente y había momentos en los que casi no podíamos ni movernos para estirar las piernas” cuenta Tania. Fueron cinco días en total hasta llegar a Euskadi donde pudo reencontrarse con la familia con la que había pasado todos esos veranos y que ahora, aunque no puede acogerla en su casa, la está ayudando en todo lo que puede para que esta nueva etapa sea lo más llevadera posible tanto para ella como para su hermano.

El centro de Larraña Etxea en Oñati se ha convertido en su nueva casa. Comenta que su hermano se está adaptando bastante bien y que ha hecho amigos con los que jugar y pasar el rato. Le da cierta tranquilidad el haber conseguido mantener el contacto de una manera más o menos constante con su madre y espera que pronto pueda reunirse con ellos en Euskadi, aunque sabe que, por el momento, “aún tiene mucho que hacer en Ucrania para ayudar a quienes siguen allí”.

Hablar con sus amigos y otros familiares está siendo más complicado porque la cobertura en algunas zonas del país es muy inestable. “Sé que en Oliva las cosas están muy mal, que llevan dos semanas sin luz ni agua y que los soldados rusos están haciendo registros en las casas para asegurarse de que la gente no tiene armas escondidas” dice y cuenta también que un tío suyo ha sido llamado al frente y que su prima, con la que compartía apartamento en Kiev, no ha podido salir del país como lo hizo ella porque, aunque la situación en Zoryn, es más tranquila que en Oliva, no es posible usar las carreteras que lo rodean para poder salir.

Espera poder solucionar pronto todos los papeles para que su hermano pueda retomar el instituto y recuperar con ello cierta normalidad. Ella también quiere volver a su rutina, encontrar un trabajo y volver a sus clases. Antes de que empezase el conflicto, estudiaba administración en la universidad en Kiev y espera poder seguir haciéndolo ahora en el Estado español. «Me gustaría poder estudiar aquí, pero sabiendo que puedo volver a Ucrania y que todo está bien allí, porque mi familia, mis amigos y toda mi vida está allí».