Natasha y Ksenia son madre e hija llegaron la semana pasada a Oñati huyendo de Ucrania. Ksenia, así se llama también otra de las mujeres acogidas en Larraña Etxea con sus hijos, también ha llegado recientemente a Euskadi huyendo de la guerra. Hoy han atendido a la prensa que se ha acercado al centro para conocer de primera mano su realidad, acompañadas de Arantza Chacón, directora de Zehar y Xabier Legarreta, Director de Migración y Asilo del Gobierno Vasco.
Oksana salió de Irpin, una pequeña localidad muy cercana a Kiev, el día 24 de febrero. De madrugada su marido la aviso de que la guerra había comenzado. Asegura que mantuvo hasta el último momento la esperanza de que todo se quedaría en un susto y que no fue hasta que vio como soldados rusos llegaban a su pueblo cuando fue consciente de que estaba sucediendo de verdad. En cuanto esto pasó, cogió el coche de su yerno y se marchó de allí con su hija Natasha y su nieta llevándose únicamente las cosas más esenciales.
Su idea era poder de llegar a Euskadi y tratar de encontrarse con una familia a la que había conocido hacía algunos años en un programa de acogida. Han recorrido un camino de más de 3.000 kilómetros hasta llegar a Euskadi, en donde están desde el día 4 de marzo. Sus familiares hombres, su marido, su hijo y su yerno, se han quedado en Ucrania.
Su pueblo ha dejado de ser el hogar de muchas familias para convertirse en un punto estratégico. Cuenta que hay soldados rusos por todas partes, que muchos edificios, puentes y carreteras están siendo destruidos por las maniobras militares y que los civiles que siguen en la zona, lo hacen con un miedo constante a morir. De los 50 niños y niñas que había en los refugios, 13 han sido alcanzados por los disparos de los militares.
El día que lo hizo Oksana, también Kseniia abandonó su casa en Vishgorod. Ella es madre soltera de tres hijos y recuerda los momentos previos a irse con mucho miedo e indecisión. Sus hijos estaban asustados por el ruido de los aviones y los bombardeos y ella no sabía qué hacer. Una amiga le dijo que ella iba a poner rumbo a Francia con sus dos hijos para que estos estuvieran a salvo en casa de su suegra y fue entonces cuando tomó la decisión de irse con ella.
Su camino también ha sido muy largo y por carretera, en un único coche y con cinco menores. Se separó de su amiga al llegar a Francia, ella se quedó allí y Kseniia llegó con sus hijos a Euskadi. Cuenta que la oferta de su amiga fue su única posibilidad para conseguir salir de Ucrania sola y con tres niños, pero que no puede evitar sentirse culpable e impotente por haberse marchado sabiendo que su madre y otros seres queridos, con los que ha podido mantenerse en contacto durante estos días, siguen en Ucrania sin saber que pasará mañana.
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