Bryan tiene ahora 28 años y hace más de dos que llegó a Euskadi desde Colombia. Nació y creció en el Valle del Cauca. “Mi infancia y mi vida siempre habían sido muy normales”, asegura, pero llegó un momento en el que las cosas cambiaron. Bryan comenzó a recibir amenazas de un grupo armado debido a sus reticencias a unirse a ellos y fue ese el motivo que le llevó a marcharse de Colombia. “Sabía que allí no iba a poder ser yo. Cuando ponen el objetivo sobre ti, por más que te escondas, sabes que te van a acabar encontrando”, explica.
Puso rumbo a Euskadi porque tenía una amiga aquí y llegó poco antes de la pandemia de la COVID-19. “Llegué sin nada, mi amiga me acogió en su casa y pasé todo el confinamiento con ella”, recuerda. Lamenta la poca información que tenía en aquel momento sobre cuáles eran sus opciones, pues ni tan siquiera era consciente de la posibilidad de pedir asilo. “Pensaba que eso era solo para casos de gente que huye de la guerra, no para situaciones como la mía”.
“Mi amiga me dio toda la ayuda que pudo, pero se dio un punto en el que no podía sostenerme más”, relata. Fue entonces, estando en la calle y sin permiso de trabajo, cuando otro amigo le habló de Zehar. “Me mandaron al centro de Larraña Etxea en Oñati y me ayudaron con todo. Me dieron un lugar en el que estar, comida y toda la asistencia que necesité para iniciar el proceso de petición de asilo”.
Ahora, casi tres años después de aterrizar en Euskadi y tras haber estudiado un curso de atención sociosanitaria, Bryan ha conseguido el permiso de trabajo y está a punto de comenzar sus prácticas profesionales en un centro sanitario. “Estoy muy nervioso por lo que viene, pero tengo muchas ganas”, comenta al respecto, aunque recuerda que, incluso una vez entró en el programa de acogida de Zehar, ha sido un proceso duro: “Cuando uno llega vive un duelo por todo lo que ha dejado atrás. Hay que adaptarse, hay reglas, normas… Es complejo, porque cada una de las personas que estamos aquí tenemos mochilas muy diferentes y convivir no siempre es sencillo”.
Sobre volver a Colombia, aunque echa de menos a su familia y el lugar donde pasó gran parte de su vida, no lo tiene del todo claro. Asegura haberle “cogido mucho cariño a Euskadi” y cree que posiblemente futuro aquí, principalmente porque no quiere renunciar “a la seguridad y la tranquilidad con la que puedo vivir aquí”.