En el pasaporte de Abdoul Salam se acumulan las heridas, una sobre otra, y ninguna cicatriz sirve para taparlas, porque el dolor sólo lo cura el paso del tiempo. Abdoul es un muchacho malí de 29 años, fuerte y atlético, de dentadura impecable y mirada limpia. No se atisba ni rastro de rencor en una persona que tiene sobrados argumentos para acumularlo hasta rebosar. Tuvo que huir de Mali, su país natal, donde sus alternativas eran la pobreza y la muerte. En su trayecto hacia un mundo mejor atravesó Argelia, Libia y Marruecos, donde fue agredido, despreciado y estafado. En Bilbao no halló el paraíso, pero sí un lugar donde al menos ser feliz. Durante mucho tiempo corrió para huir; ahora lo hace por diversión. El niño que soñaba con ser un gran médico busca ahora trabajo de soldador. Mientras lo encuentra, tiene el reto de ser capaz de correr 80 kilómetros seguidos con su nueva familia, donde el ultrafondista Óscar Pasarín ejerce de buen patriarca.

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