Oriol Vallès Freixas
El auge de los grupos euroescépticos y de extrema derecha ha marcado las últimas elecciones europeas. Los países donde más se ha notado este incremento son Dinamarca, Francia, Reino Unido y Austria donde superan el 20% de los votos; pero también se ha dejado sentir aunque en menor proporción en Finlandia, Holanda o Grecia. En conjunto representan 160 de los 751 eurodiputados, un 21% del total de la cámara.
Los resultados electorales muestran el desgaste de los dos principales partidos, el Partido Popular Europeo (PPE) y el Partido Socialdemócrata (S&D). Pese a mantener las primeras posiciones ambos han sufrido una reducción importante de su respaldo electoral, especialmente el PPE con la pérdida de 53 eurodiputados[1]. Al mismo tiempo, la Alianza de Liberales y Demócratas Europeos (ALDE) ha perdido la tercera posición debido a escisiones internas, mientras que el partido de los verdes se ha debilitado.
En este contexto, los partidos de ultraderecha han aprovechado el descontentamiento social para retomar discursos xenófobos y populistas que menosprecian a los no nacionales i a las minorías que residen en sus países. Mientras que en el oeste de Europa las víctimas de su propaganda son básicamente inmigrantes y musulmanes, en el este de Europa son judíos y gitanos.
Por el momento, el objetivo de la Unión Europea en materia de protección internacional e inmigración regular es establecer un marco jurídico homogeneizado que incorpore un sistema de derechos y obligaciones mínimas armonizado en toda la Unión; así como crear mecanismos comunes de lucha contra la inmigración irregular.
¿Cuál será el papel que previsiblemente tendrán los partidos de extrema derecha en el desarrollo de las políticas de asilo e inmigración?
Los partidos populistas de derecha comparten una retórica excluyente y negativa, un imaginario en el que distinguen entre el ‘nosotros’ (otramente dicho los hijos de los nacidos ‘aquí’); y el ‘ellos’, donde encontramos los inmigrantes, solicitantes de asilo, minorías étnicas, musulmanes… Algunos van más lejos y consideran a los compatriotas europeos como parte de ‘los otros’. Según estos partidos, ‘ellos’ son culpables de socavar la identidad cultural del país, y son también parásitos sociales que explotan el estado del bienestar sin la más mínima intención de integrarse en la sociedad. Hablan de inmigración en términos de infiltración cultural, de competición por puestos laborales, subsidios y de criminalidad.
Más allá de aprovechar el descontentamiento con el sistema político, otra clave del éxito de estas formaciones es el simplismo y el alarmismo de su oratoria que, juntamente con la permeabilidad de muchos medios de comunicación, han permitido que su mensaje relleno de prejuicios y estereotipos llegara a muchos europeos. Su estrategia de comunicación es extremadamente simplista y deliberadamente engañosa, excluyente y de confrontación, opaca y oportunista, y así son también sus eslóganes electorales: “Your pension or immigration? You choose!”; “Home, not islam” o “I say what you think”[2].
Cómo señalaba anteriormente, en número de escaños, el conjunto de estas facciones euroescépticas y de ultraderecha representan la tercera fuerza al Parlamento Europeo, pero la influencia que podrán tener ha quedado reducida, en parte, debido a la imposibilidad del Frente Nacional francés de formar un grupo parlamentario propio[3]. Los grupos parlamentarios representan las distintitas ideologías y son uno de los actores que marcan la dirección de la política europea, porque multiplican la voz de los partidos y su capacidad de hacer prosperar sus iniciativas.
En este sentido, se han establecido tres facciones en el ala derecha más extrema, dos con grupo parlamentario propio, una de las cuales es a partir de ahora la tercera fuerza en el Parlamento Europeo.
En primer lugar, el grupo del Partido de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), es el grupo parlamentario euroescéptico más fuerte y más centrista. Su ideología la definen principalmente los tories antieuropa del Reino Unido, los ultraconservadores polacos del Partido del Derecho y el Orden, y el partido antieuro Alternativa por Alemania. También incluyen formaciones más radicales y claramente antiinmigración, como el Partido de la Gente Danesa o el Partido de los Verdaderos Finlandeses, entre otros. El ECR renuncia a poner de relieve los beneficios económicos de la inmigración y la presenta como una carga para la sociedad de acogida. Defiende la introducción de cuotas migratorias y la modificación del espacio Schengen para evitar que los comunitarios altamente cualificados emigren sin una oferta laboral previa a su desplazamiento. También prevén medidas para frenar el desplazamiento de mano de obra barata mediante la reducción del nombre de sectores profesionales elegibles.
En segundo lugar, tanto en número de diputados como en el eje hacia la derecha, encontramos el grupo parlamentario del partido Europa Libertad y Democracia (EFD), encabezado por los UKIP del Reino Unido y el Movimiento Cinco Estrellas de Italia. Mantienen un discurso eurofóbico y antiinmigración, pero son un grupo débil debido a las posiciones muy opuestas entre sus socios en cuanto al modelo económico de austeridad.
Finalmente, en la extrema derecha y sin grupo parlamentario propio, encontramos a la Alianza Europea para la Libertad (EAF), liderada por el partido de Marine Le Pen. La acompañan los italianos de la Liga Norte, el partido de extrema derecha Libertad de Austria y, los islamófobos holandeses del Partido Para la Libertad. La EAF da un paso más y pasa del rechazo a los inmigrantes característico del ECR y del EFD a una ideología inequívocamente xenófoba con un discurso abiertamente racista e islamófobo. Entre su ideario encontramos la reintroducción de los controles en las fronteras y el establecimiento de un comisario europeo para la inmigración y la libertad de movimiento.
En resumen, los partidos del ala más euroescéptica del Parlamento Europeo, el Partido de Conservadores y Reformistas (ECR) y el Partido Libertad y Democracia (EFD), han salido reforzados en estas elecciones. Al mismo tiempo, se ha incrementado el número de eurodiputados de ultraderecha, pero la Alianza Europea para la libertad (EAF) no ha conseguido constituir un grupo propio en el Parlamento. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los socios de estas facciones tienen posiciones a veces tan incompatibles que ni tan solo la libertad de voto de los eurodiputados es suficientemente fuerte para mantenerlos unidos. Además, la mayoría de ellos no comparte un proyecto común, sino más bien una estrategia centrada en la destrucción de ciertos derechos y libertades preexistentes, como el fin o la limitación de la libre circulación y el rechazo a los extranjeros, al pluralismo, a la variedad cultural de las sociedades modernas y a la integración europea. Habrá que ver si estos grupos parlamentarios son estables en el tiempo y cohesionados en las votaciones o si por el contrario son demasiado heterogéneos y se producen nuevas escisiones.
De todas formas, la Unión Europea ha iniciado ya un lento proceso de armonización mediante la adopción de Directivas en materia de asilo, trabajadores extracomunitarios y control de fronteras.
En la última legislatura el Parlamento adoptó el Sistema Europeo Común de Asilo. A partir del segundo semestre de 2015 habrá unas normas mínimas de salubridad en los CIE, con criterios diferentes para solicitantes de asilo y menores. También un periodo estándar de 6 meses para resolver las solicitudes de protección internacional, extensible a 21 meses para los refugiados provenientes de países con una situación incierta, como es el caso de Siria. También se introduce la identidad de género en la condición de refugiado. Asimismo, se ha creado el Fondo de Asilo, Migración e Integración de la UE, con 3.100 millones de euros para el 2020, el 40% de los cuales ha estado destinado a la política de asilo y a la integración de los inmigrantes.
Por otro lado, se ha aprobado la Directiva que regula la entrada de trabajadores estacionales extracomunitarios, así como la Directiva de traslados intraempresariales. El objetivo de estas Directivas, pensadas para los inmigrantes poco cualificados, es garantizar la seguridad legal de los trabajadores no comunitarios para protegerlos de la explotación, estableciendo sus derechos y deberes en igualad de condiciones laborales, y garantizando el acceso a un alojamiento digno durante su estancia en Europa. También se establece un marco de reconocimiento de diplomas y cualificaciones extranjeras en territorio europeo.
Al mismo tiempo, se han intensificado las estrategias de vigilancia de las fronteras con la creación del Eurosur y la estrategia Smart Borders. Su objetivo es perseguir y evitar la entrada irregular a Europa, el tráfico de personas; así como controlar el cumplimiento de las estancias según los visados. Además, se ha creado el Fondo de Seguridad Interior de la UE que cuenta con 105 millones de euros destinados al control fronterizo.
Se seguirán tomando más acciones porque los países del sur solicitan ayuda a Europa para hacer frente a la llegada de inmigrantes y refugiados y porque, de hecho, se ha pospuesto el debate y la reacción a esta cuestión a la espera del nuevo Parlamento y la nueva Comisión, que cuentan con cinco años para desarrollar una estrategia que responda a estas peticiones.
En esta línea, el Consejo de Europa se ha reunido recientemente para hacer un debate inicial sobre las guías para el próximo Programa de Estocolmo, un programa que regula aspectos de seguridad y de inmigración en un mismo saco. De la reunión se desprende que habrá una continuidad en la perspectiva seguridad-inmigración, y se mantiene la estrategia de blindaje fronterizo. A pesar de ello, no se debatieron aún las peticiones de los países del arco mediterráneo de aumentar la solidaridad europea en el control de la inmigración y en la gestión de las solicitudes de protección internacional.
Sí se posicionaron sobre esta cuestión los cuatro principales candidatos a presidente de la Comisión Europea que coinciden en dos elementos, aunque con muchos matices. Por un lado, la promoción de los canales legales de inmigración y, del otro, más solidaridad intraeuropea en la gestión de la entrada de inmigrantes y refugiados desde los países del mediterráneo. Igualmente, la Presidencia del Consejo, ostentada por Italia desde el 1 de julio, ya se ha mostrado favorable al establecimiento de políticas de inmigración comunes, con especial énfasis al repartimiento de la carga migratoria entre los estados miembros.
En conjunto, a nivel político los partidos tradicionalmente pro-europeos siguen obteniendo mayorías suficientes para poder tomar decisiones en temas de migración y asilo, pero escucharemos los discursos y la retórica xenófoba de los nuevos partidos de extrema derecha en el Parlamento. De hecho, algunos de sus integrantes están pendientes de juicio por sus declaraciones, como el holandés Beer Wilders, que celebraba el resultado electoral animando a sus votantes a cantar canciones contra los marroquís, o el polaco Janusz Korwin-Mikke, que sostiene públicamente la inferioridad intelectual de las mujeres.
En el escenario actual, lo más probable es que si los partidos tradicionales no pueden mantener aislados a los partidos ultraderechistas (reducir su presencia, soporte, visibilidad, etc.), los partidos tradicionales intenten adoptar alguna de las medidas estrella de sus programas, como la dureza con la inmigración, con el objetivo de poder abrazar parte de su electorado.
Delante de esta coyuntura es primordial que desde la sociedad civil se siga vigilando de cerca los discursos y las políticas que se implementan en materia de inmigración y asilo en Europa. De un lado, para evitar que el discurso xenófobo se expanda con fuerza y, del otro, para velar por los derechos humanos de refugiados y personas migrantes.