El pasado 20 de junio, Euskadi volvió a alzar la voz. En el Día Mundial de las Personas Refugiadas, más de 200 personas se movilizaron en Bilbao, Donostia y Vitoria-Gasteiz para reivindicar algo tan básico como justo: el derecho a vivir con dignidad, sin miedo, y con garantías reales de protección.
Bajo el lema “Refugio, arraigo y derechos humanos: por una Euskadi libre de racismo”, colectivos sociales, entidades y ciudadanía comprometida nos sumamos a una jornada de denuncia y resistencia frente al retroceso alarmante que vive Europa —y el Estado español— en materia de derechos humanos y asilo.
Porque mientras se impulsa el nuevo Pacto Europeo de Migración y Asilo, que endurece aún más el acceso a Europa, y se reforma el Reglamento de la Ley de Extranjería para penalizar a quienes ya están aquí, nuestras instituciones siguen sin garantizar vías legales, acogidas dignas o empadronamiento para quienes lo necesitan. Lo que está en juego no son cifras, sino vidas.
Durante las movilizaciones, se leyó el manifiesto colectivo que alerta sobre la política migratoria europea: un modelo que externaliza fronteras, desincentiva el asilo y alimenta el racismo institucional. Un modelo que, bajo apariencia técnica, reproduce una lógica de exclusión profundamente deshumanizadora.
Las calles de Bilbao, Donostia y Gasteiz no fueron solo espacios de protesta. Fueron espacios de comunidad, de memoria y de futuro. Reivindicamos, entre otras medidas, la derogación del visado de tránsito para personas que huyen de contextos bélicos, el acceso efectivo a la protección internacional, la regularización extraordinaria de personas migrantes, y el fin de las identificaciones por perfil racial. Reclamamos una política pública con enfoque intercultural, feminista y antirracista.
Porque refugio no puede ser sinónimo de encierro. Porque el arraigo no puede seguir siendo una trampa legal. Porque la humanidad no debería depender de un reglamento.
Desde Zehar-Errefuxiatuekin nos sumamos a estas reivindicaciones y seguimos trabajando, cada día, por una Euskadi donde todas las personas puedan vivir seguras, reconocidas y libres. Lo decimos claro: no nos callamos frente al racismo, ni ante las políticas que perpetúan desigualdades.
Seguiremos tejiendo redes, alianzas y acciones colectivas. Porque otro modelo es posible. Y necesario.