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Las causas de la emigración en África

Jueves 16 de Febrero de 2012 14:23 Teresa Fernández Herrera

En este artículo, que se publicó en su primera versión en 2008, analizamos las causas de la emigración africana en sus dos vertientes, la que se produce dentro del propio continente africano y la que tiene como destino el continente europeo. Con este fin se hace una revisión general de lo que ha sido y está siendo la intervención occidental en la mayoría de los países del continente africano, analizando los “porqués” reales de un subdesarrollo que está dejando a la Región sin prácticamente capacidad de reactivación económica.

Introducción

A la hora de analizar las causas de la emigración africana hay que hacer un esfuerzo por aislar los factores de índole política de aquellos que constituyen la realidad de un subdesarrollo profundo y que arranca de la etapa de las independencias poscoloniales. Puede que la regularización hecha por España en el año 2005, que benefició por cierto a pocos africanos, haya servido para acrecentar la llegada masiva de africanos a sus costas, peninsulares e insulares, pero es un factor entre muchos, y desde luego no el más importante.

Hay que hacer una revisión general de la intervención occidental en todos o la mayoría de los países del continente africano para llegar a la conclusión de que la “repatriación” de las personas que huyen de forma desesperada de la Región, constituye la guinda de una tremenda expoliación de recursos naturales que, administrados de otra forma, deberían bastar para que todos los africanos pudieran vivir en sus lugares de origen. Pero no es así, ni en los países más ricos de África.

Se ha creado interesadamente la idea de que la mayor parte del continente africano es pobre. Es cierto que hay regiones que carecen de abundantes recursos; pero esto también sucede en muchos países de Europa y la situación es bien distinta. La realidad es que el continente africano posee enormes riquezas en recursos naturales: oro, platino, cobre, diamantes, uranio, petróleo, gas, coltán; enorme riqueza pesquera tanto de agua dulce como oceánica; cultivos cuya exportación debería aportar alta rentabilidad a extensas regiones; bosque tropical y ecuatorial e inmensos recursos turísticos.

No hay que pensar mucho para llegar a la conclusión de que si de todo ello se derivasen industrias autóctonas y si tantos conflictos armados no estuvieran patrocinados por intereses foráneos, es posible que la penosa historia de las pateras, cayucos y verjas fronterizas no se estaría produciendo.

Ahora bien, a pesar de todo esto, la emigración africana intercontinental (en cifras) es mínima. La emigración hacia Europa y Estados Unidos es escasa si se considera la globalidad del continente. El grueso de la emigración es intracontinental, es decir, que África es el punto de salida y entrada de la emigración actual de origen africano. Pero además, existe una gran parte, la mayor, de población africana -sumida en aún más miseria- que ni siquiera puede soñar en emigrar.

Las causas de la emigración

Como primer eslabón de nuestro planteamiento para analizar las causas de la emigración africana hay hacer referencia a la pobreza o “subdesarrollo” forzoso que el continente africano lleva padeciendo durante décadas. Este hecho es fundamental para comprender porque se producen las oleadas migratorias desde África, pero la explicación no estaría completa si no realizáramos un análisis de los “porqués”, para lo cual es esencial introducir el factor “occidental”.

Para esclarecer los motivos de esta falta de desarrollo habría que remontarse al colonialismo de los siglos XVIII y XIX y primeras cinco décadas del XX. Pero sobre todo, a las independencias y los gobiernos autóctonos que resultaron de muchas de ellas. Ahí está el origen del neocolonialismo, neopatrimonialismo y la corrupción que han dado lugar al hecho tan extendido en África del enriquecimiento sin desarrollo [1].

Tras las independencias, las antiguas potencias coloniales encontraron un nuevo acomodo mucho más productivo y de menor costo, una situación en la que la explotación de recursos naturales con la complicidad de los gobiernos corruptos era la dinámica general y enriquecedora de unas oligarquías que han dado lugar a un neopatrimonialismo insano en lugar de un sano desarrollo económico. Es decir, el enriquecimiento sin desarrollo (Chabal, 2000)[2]

Este sistema neo-patrimonial era intrínsecamente inestable por dos motivos fundamentales. En primer lugar, la situación de bienestar económico relativo -un activo colonial útil y precios para la exportación estables- se vino abajo con la crisis económica mundial de los años setenta. A medida que las rentas disminuían y se incrementaba la deuda, los patrocinadores africanos comenzaron a encontrarse faltos de medios. La competencia política se incrementó en una situación en la que la búsqueda de recursos se hacía cada vez más difícil. Como consecuencia de que en el sistema neo-patrimonial africano el acceso a los bienes gubernamentales era fundamental, las luchas por el poder se intensificaron. En segundo lugar, el sistema neo-patrimonial era esencialmente incompatible con el desarrollo económico ya que no fue capaz de fomentar el crecimiento económico, base fundamental del desarrollo sostenido. La razón es que los nuevos Estados independientes se encontraron con serios impedimentos a la hora de decidir cómo querían desarrollar las fuerzas de producción (agrícolas e industriales) para sacar a África del estado de destitución y precariedad en el que había quedado tras el dominio colonial. Pero ni el discurso ni las actuaciones iban en el sentido de desarrollar las fuerzas productivas. Muy al contrario, su cometido era la creación de una infraestructura que aumentaba la capacidad de la nueva clase gobernante para acumular riqueza a la vez que reducía los obstáculos que impedían que el capital internacional siguiera con su explotación.

Además, la legitimidad política se basaba en el mantenimiento de una situación en la que los líderes tenían que exhibir simultáneamente la imagen de riqueza que su puesto requería y alimentar las redes de las que dependía su situación. Por todo ello, los Estados africanos, así como los empresarios, raramente invirtieron en actividades económicamente productivas[3]

Hoy en día se da una paradoja en África. Aunque el continente se halla inmerso en una profunda crisis económica, y la pobreza es inmensa, se sabe que sus élites políticas han acumulado una enorme riqueza. Tal es así que se ha calculado que las fortunas ocultas en bancos extranjeros (sobre todo en Suiza) son prácticamente equiparables al total de la deuda externa del continente [4]. Además, según Chabal, también “existen algunos dirigentes africanos[5]que continúan amasando fortunas a pesar del colapso total en que se hallan los países de los que se benefician”. Visto esto, la cuestión que planteamos es la siguiente: ¿Cómo se puede generar tal riqueza en tales condiciones?

Y aquí es donde retomamos la cuestión del enriquecimiento sin desarrollo. La situación actual del continente se puede describir en esos términos y la razón por la que tal estado de cosas es posible depende, esencialmente, de tres factores fundamentales.

El primero es que África cuenta, como se ha dicho, con una enorme cantidad de recursos naturales, con los que comercian -legal o ilegalmente- los que ostentan el poder. Los beneficios de este comercio son, parcial o totalmente, desviados a las manos de las elites políticas o a las de los señores de la guerra que controlan la zona. Además, hoy en día, una gran parte de la explotación de los recursos naturales ha sido transferida-vendida a las grandes corporaciones multinacionales o a los gobiernos de los países desarrollados.

El segundo es que, aunque los Programas de Ajuste Estructural se proponían originalmente permitir al mercado evadirse de la influencia del Estado, la realidad es que han servido para reforzar la posición de las elites políticas, ya que han puesto una enorme cantidad de recursos financieros en sus manos[6]. Esta situación, unida a la oleada privatizadora de los propios recursos que está calando en África desde hace un par de décadas es la causante de que gran parte de las inversiones que llegan al continente no tengan una incidencia real en los índices de desarrollo.

Un tercer aspecto tiene que ver con las inversiones que recibe la Región, que, aunque cuantiosas, no se materializan en fuente de crecimiento económico. Esto tiene mucho que ver con la ineficiente distribución de los recursos que hace la clase dirigente que, en su mayor parte, se encuentra, de forma creciente, involucrada en transacciones financieras y comerciales de carácter ilegal -desde blanqueo de dinero (como se demostró documentalmente en elcaso del Banco de Crédito y Comercio Internacional) hasta tráfico de drogas (se dice que los nigerianos dominan el mercado en Nueva York)[7].

Así pues, África no es simplemente la víctima de la globalización[8]. Sus elites son participantes activas en el mercado extraoficial a nivel mundial, el reverso de la economía globalizada que aparentemente pasa de largo por el continente. Lo cierto es que existen millones de africanos que se empobrecen más cada año. Cierto es también que la riqueza que circula por África no está sirviendo para estimular ninguna forma de desarrollo económico sostenido. Pero para aquéllos que están prosperando dentro de la economía global extraoficial el enriquecimiento sin desarrollo es una situación muy beneficiosa.

Respecto al primero de los factores citados como causantes de enriquecimiento sin desarrollo, el de la grave explotación de los recursos naturales que padece África, incluimos aquí algunos ejemplos manifiestamente claros. El primero es muy reciente y atañe a España directamente.

Es el caso de Senegal, el país de partida de centenares de cayucos repletos de inmigrantes indocumentados. Los cayucos eran los barcos de pesca atlántica de miles de personas. Pero el presidente Wade ha firmado concesiones de pesca con diversas firmas de grandes barcos extranjeros que saquean los caladeros. Ahora los nacionales tienen que comprar una licencia de pesca que no pueden pagar, por lo que la pesca ha dejado de ser su medio de vida. Del dinero pagado por las concesiones nada llega a la población. El resultado es que el presidente y su entorno se enriquecen, nada revierte en desarrollo económico y la población se empobrece. El mejor uso que pueden dar a sus cayucos de pesca es utilizarlos como transporte hacia las Islas Canarias. Esta repercusión ha alarmado enormemente al Gobierno de España, que ha optado por pagar a Senegal y Mauritania para que permitan la repatriación de los que llegan (paga y crea centros de acogida). Todo ello revierte en más enriquecimiento para las oligarquías senegalesas, a la vez que los senegaleses se empobrecen y desesperan ante esta situación[9].

El segundo es el caso del Lago Victoria, el mayor lago de agua dulce en África, con litoral en Tanzania, Uganda y Kenia. La ciudad de Mwanza, Tanzania, alberga una industria pesquera que tiene su destino fijado en la Unión Europea y Rusia. Es la historia de la introducción en el lago de la llamada perca del Nilo, pez que no es originario del lago. Su introducción en el Victoria acabó con la fauna autóctona – ya que es un depredador de otras especies- y con el equilibrio ecológico del lago[10]. La consecuencia es que a no muy largo plazo será un lago muerto. Pero mientras tanto, las pesquerías creadas para estos fines emplean en condiciones infrahumanas a centenares de tanzanos, algunos llegados de lejos, es decir, sin techo, sin seguros, sin sanidad, sin nada. Ellos filetean, empacan y congelan este pescado que es cargado en aviones con destino a la Unión Europea[11]. Los aviones llegan con armas. Regresan con los filetes de perca – en España se comercializa como mero – . Los trabajadores y resto de población de la zona solo tienen acceso a las cabezas y espinas dorsales. Una vez más, la industria no produce desarrollo económico. Tanzania sigue siendo uno de los países más pobres de África.

Por último, queremos citar el caso de las principales trasnacionales petroleras, compañías que, debido a las grandes reservas en hidrocarburos del continente, han plantado sus redes en el continente africano. Estas son las mismas que, con el aval de los gobiernos africanos, están diseñando un sistema de integración comercial y de infraestructura con el que poder acceder a los principales yacimientos de gas y petróleo. Estos son proyectos que cuentan con el aval del sistema de las Naciones Unidas a través de su política de apoyo a las nuevas asociaciones público-privadas y con la financiación de instituciones financieras internacionales, agencias de crédito para las exportaciones y la banca privada.

La iniciativa del NEPAD (New Partnership for Africa’s Development) fue conceptualizada en 1999, con las metas concretas de acelerar la integración económica, de mejorar la infraestructura de acceso a los recursos naturales del continente, así como la de reducir los riesgos para los inversores a través de reformas legales e institucionales. Sus estrategias son: aumentar la productividad agrícola, industrial, extractiva y fomentar la liberalización de las economías africanas. Busca la total apertura comercial, la asistencia técnica y financiera, bajo los eufemísticos lemas de la "erradicación de la pobreza" y la "mejora de la calidad de vida" y otras prioridades formales, cobijadas en el discurso neoliberal de la transparencia y la gobernabilidad [12].

La revisión de estos casos nos conduce a la cuestión del enriquecimiento de las élites dirigentes que, haciendo uso de una oleada privatizadora, ponen en manos de agentes extranjeros unas de sus mayores fuentes de riqueza, los recursos naturales. Y es que existe una realidad que no podemos obviar y es que ningún especulador privado querría invertir su capital si no obtuviera ganancias, y no solamente ganancias sino enormes ganancias. Hoy en día África ofrece altos porcentajes de retorno sobre el capital gracias a su riqueza de recursos y sus gobiernos dependientes. Como dijo Julius Nyerere (expresidente de Tanzania) una vez : “África atrae solamente a misioneros y mercenarios: misioneros para consolar a los pobres y mercenarios para supervisar el saqueo” [13].

Es innegable, y aquí enlazamos con el segundo factor, que la manía privatizadora ha calado en África convirtiéndose prácticamente en una plaga inevitable. La lista de privatizaciones se expande inexorablemente. Lo admitamos o no y cualquiera que sea el lenguaje que utilicemos para racionalizarlo, el hecho es que las instituciones de Bretton Woods y los poderes occidentales dominantes están obligando a los gobiernos africanos a copar con las privatizaciones. Incluso la llamada reducción de la deuda del Grupo de los 8 (países industrializados) se basa en la privatización, que es una de sus condiciones.

Hay que aclarar que las instituciones de Bretton Woods, que después de la segunda guerra mundial habían invertido grandes sumas en los países europeos para asegurar la reactivación de sus economías, pasaron a ser, tras la crisis de los años setenta, los nuevos directores de las economías del Mundo en Desarrollo. Estas instituciones, a través de sus Programas de Ajuste Estructural[14], han ido determinando el grado de intervención del Estado en el sector social y han insistido en la conveniencia de imponer medidas sociales y económicas (inadecuadas) que han dado como resultado el aumento del desempleo y la reducción de los salarios reales de la mayor parte de la población[15]. Como consecuencia de estas políticas, los países africanos han sufrido una reestructuración económica y social que ha fortalecido, aún más, las alianzas que simpatizaban con la continuada hegemonía de las instituciones multilaterales y de las empresas multinacionales.

Uno de los ejemplos que ilustran esa oleada privatizadora sostenida por las Instituciones de Bretton Woods es el de Tanzania. Asistimos al caso de la privatización de los bosques tropicales[16]. Privatización a cambio de eliminación de deuda externa. La privatización y explotación de los bosques tropicales rompe la cadena alimentaria y por tanto produce desertificación debido a la desaparición de las lluvias. Es la muerte de un recurso natural responsable del equilibrio ecológico del planeta. De nuevo vemos el ejemplo del enriquecimiento foráneo y oligárquico local, ausencia de desarrollo económico y aumento del empobrecimiento de las regiones afectadas. La deuda externa estimada en 2005 en Tanzania fue de 7.516 millones de dólares; la esperanza de vida[17] de 46 años.

Así pues, la privatización y comercialización de los productos del bosque es paradigma de la nueva tendencia. Los bosques se han vuelto importantes para el capital empresarial a causa no solamente de los recursos madereros sino también de los recursos biológicos. Por esto mismo, las consecuencias de entregar los bosques al capital empresarial va mucho más allá de la deforestación, pues el capital los convertirá en productores de materias primas para sus laboratorios de ingeniería genética” (en el exterior).

Uno de los casos actuales que ilustran lo anterior es el caso del coltán, “el oro más reciente”, que ha dado lugar a la llamada “fiebre del coltán”.

En las provincias del este de Congo, Kinshasa,[18] se encuentra el 80 % de las reservas mundiales de coltán. De acuerdo a lo que parecen ser propiedades físico-químicas, este mineral es fundamental para las industrias de aparatos electrónicos, centrales atómicas y espaciales, misiles balísticos, video juegos, aparatos de diagnóstico médico no invasivos, trenes sin ruedas (magnéticos), fibra óptica, etc. Sin embargo, el 60 % de su producción se destina a la elaboración de los condensadores y otras partes de los teléfonos móviles.

El coltán permite que uno de los sueños occidentales se haga realidad, con él las baterías de los teléfonos móviles mantienen por más tiempo su carga, ya que los microchips de nueva generación que con él se elaboran optimizan el consumo de corriente eléctrica. En él han puesto sus ojos, sobre todo en los últimos diez años, las grandes multinacionales como Nokia, Ericsonn, Siemens, Sony, Bayer, Intel, Hitachi, IBM y muchas otras. Se han formado en la zona toda una serie de empresas asociadas entre los grandes capitales transnacionales, los gobiernos locales y las fuerzas militares (estatales o “guerrilleras”)para la extraccióndel coltán y de otros minerales como el cobre, el oro y los diamantes industriales. Las grandes marcas comenzaron la disputa por el control de la región a través de sus aliados autóctonos. En las minas aluvionales trabajan diariamente más de 20.000 mineros, bajo un sistema represivo organizado por las fuerzas militares y los poderes locales. Estas pagan a los trabajadores unos diez dólares por kilo de coltán, que en el mercado de Londres cotiza alrededor de los 250-300 dólares.

El tercer factor que influye notablemente en esta situación de enriquecimiento sin desarrollo es el de las inversiones. Inversiones que llegan a África, sobre todo, en forma de Inversión Extranjera Directa (IED). El problema es que el rendimiento de esas inversiones no se queda en el continente africano, más bien son las empresas transnacionales las que perciben esos retornos.

Según el Informe Mundial de Inversiones[19], durante 2004 África mantuvo el nivel relativamente alto en los flujos de Inversión Extranjera Directa (IED) alcanzado durante 2003. La inversión extranjera directa que recibió la región no tuvo un aumento significativo, creciendo en tan solo 0,5%, al pasar de 18.005 millones de dólares a 18.090 millones. De los 53 países que componen la región africana, algunos como Angola, Marruecos y Nigeria vieron disminuir sus flujos. Curiosamente, estos tres países suelen situarse entre los principales receptores de inversiones de la región. Por lo general, la IED en África ha mantenido su alto nivel debido a los altos precios en los minerales, productos como el cobre, los diamantes, el oro y el platino que han alcanzado importantes cotizaciones en los mercados mundiales. Todo esto hace prever que continuarán flujos de inversión similares para los próximos años.

Viendo cuales son las perspectivas de inversión cabe plantearse si servirán de motor de crecimiento para el continente africano. La respuesta es la de siempre: África carece de los requisitos esenciales para que dicha inversión genere efectos externos positivos a lo largo de sus países y sectores, esto es, capacidad tecnológica, innovación, educación, política de inversiones, personal cualificado, recursos humanos, es decir todos los factores que son necesarios para el “enriquecimiento con desarrollo”.

Que duda cabe que la inversión extranjera directa (IED) en actividades de I+D puede ayudar a los países a fortalecer su capacidad de innovación, lo que les permitirá ejecutar funciones más exigentes, manejar equipo más avanzado y fabricar productos más complejos. Sin embargo, estos beneficios no se logran automáticamente. Para entrar en ese juego hay que reunir unas condiciones muy exigentes, y la mayoría de los países en desarrollo no participan en él.

Además, la posibilidad de que un país africano acoja actividades de I+D de alguna empresa transnacional y saque partido de la conexión con sus redes internacionales de I+D depende de las capacidades tecnológicas de ese país. Esas capacidades son altamente precarias en los países africanos, por no decir inexistentes en la mayoría de los casos. Por no hablar de la calidad de los recursos humanos y de las instituciones (incluidas las organizaciones y normas que regulan las actividades de innovación), así como de la capacidad de las propias empresas nacionales. Para que cuaje el “enriquecimiento con desarrollo” es también importante que los gobiernos de sus países intervengan de manera activa y coherente, sobre todo en lo que respecta a la innovación, la educación y la política de inversiones, aunque, según hemos visto, tampoco se observan dichas características en la mayoría de los gobiernos y dirigentes de estos países.

Todos los ejemplos expuestos en este trabajo constituyen una gran parte del análisis de los “porqués” que mencionábamos al principio. Los “porqués” o las causas de una emigración que parece no tener cabida en ningún otro continente. El resto del análisis lo exponemos en los párrafos subsiguientes.

Hasta ahora, todos los casos analizados ponen de manifiesto la imposibilidad de crear una economía sana en África mientras existan los depredadores foráneos y locales. Podríamos decir que, con lo visto anteriormente, quedaría destruida la leyenda de la pobreza de África. Tampoco debe sorprendernos que los africanos emigren.

El profesor Mbuji Kabunda[20] expone en algunos de sus trabajos[21] las causas de la emigración de los africanos, de las que hemos querido extraer algunos datos reveladores:

  • La emigración hacia Europa es mínima, considerada la globalidad del continente.
  • África acoge en la actualidad unos cuarenta millones de inmigrantes, en su mayoría africanos. Europa y Estados Unidos reciben conjuntamente unos dieciocho millones.
  • Las poblaciones de Malí, Burkina Faso y Níger, emigran hacia los países de la costa occidental africana. Países como Nigeria, Libia y Gabón, ricos en petróleo y Costa de Marfil acogen a trabajadores de los países pobres del África subsahariana y a otros expulsados brutalmente de sus países cada vez que se manifiesta una crisis económica.
  • La emigración africana es más horizontal que vertical. Costa de Marfil, Nigeria, la República Democrática del Congo, Sudáfrica, Kenia, Botswana y Zambia siempre han sido y son tierras de inmigración y han acogido a más inmigrantes africanos que Europa.
  • La solución consiste en considerar a la inmigración no como un delito, con su consiguiente criminalización, sino como un derecho, el derecho a la vida y a la supervivencia. Lo contrario sería adoptar actitudes contra-natura, e impedir los contactos y los intercambios entre los seres humanos, contactos que explican la actual evolución de la especie humana. Además, no puede existir ninguna frontera contra el hambre, la miseria o la persecución.
  • Los combustibles que alimentan la emigración/inmigración africana son: la precariedad, la ausencia de democracia, catástrofes naturales, guerras locales, que afectan en particular al África Central y Occidental . De ahí la apuesta por la erradicación de las desigualdades estructurales Norte-Sur. Las desigualdades económicas, políticas, sociales y culturales entre Europa y una África, cercana y empobrecida, constituyen el verdadero” efecto llamada”.

Es evidente que la mayor parte de la emigración africana tiene como destino países de ese mismo continente. Las causas han quedado apuntadas: crisis económicas, guerras, hambrunas, miseria, precariedad, dictaduras, catástrofes naturales, expoliación de los recursos naturales, etc. Esto es lo que constituye un verdadero efecto “expulsión” hacia los países más ricos (menos empobrecidos) del continente africano.

La otra cara de la moneda la constituye la emigración hacia países europeos. Cada vez son más los africanos que eligen como destino Europa, en concreto los países de Europa del Sur, siendo España uno de los países que, por su situación geográfica, recibe un gran número de emigrantes. Los motivos también han sido citados: las desigualdades económicas, políticas, sociales y culturales entre Europa y África. Esto es lo que constituye, como apunta Kabunda, el verdadero “efecto llamada”.

Pero debemos remontarnos un poco en la historia contemporánea para entender la secuencia de estos movimientos migratorios.

Durante más de un siglo los países del sur de Europa exportaron mano de obra a los países de ultramar y fueron clasificados como sociedades de emigración. Entre 1850 y 1950 sus gentes se encaminaron hacia otros continentes y, más tarde, se dirigieron, sobre todo, hacia los países de la Europa Occidental. En la década de los sesenta países como Alemania, Francia, Suiza o Luxemburgo fueron los beneficiarios principales de las oleadas migratorias que se asentaban en los sectores de la industria, la construcción y los servicios.

Pero esos mismos países de la Europa del Sur cuya población emigraba hacia naciones más prósperas se han convertido, en un espacio de tiempo breve, en países de inmigración y de acogida. En los años sesenta fue Italia, en los setenta España y, en los años ochenta, se unieron Portugal y Grecia. En poco más de veinte años el factor inmigración ha cambiado rotundamente de signo.

Durante ese espacio de tiempo en el que se produce el giro migratorio los africanos que emigraban hacia Europa eran pocos, la mayor parte miembros de familias de élite que venían, en su mayoría para estudiar en las universidades europeas. Durante esos años no existió racismo alguno. Se suponía que serían los futuros dirigentes y clases profesionales cualificadas en sus países, -coloniales o postcoloniales-, se suponía, por tanto, que, en algún momento futuro, regresarían a sus países.

Pero desde hace pocos años estos africanos no regresan. Se quedan en Europa o en los Estados Unidos. Es más, las oleadas migratorias procedentes de los países del Magreb y África Subsahariana son cada vez mayores. Se ha perdido esa perspectiva de futuro, de retorno a su país de origen. Ahora vienen para quedarse.

Debemos preguntarnos por qué se quedan en Europa y América del Norte más de los dos tercios de los africanos que vienen a estudiar a los países desarrollados. Y debemos preguntarnos también por qué se produce el fenómeno de emigración masiva de subsaharianos y magrebíes. Todos habremos visto alguna vez esas imágenes de Ruanda, de Liberia, de Sierra Leona, de Somalia, de tantos escenarios de dramas africanos, desde el Mediterráneo hasta El Cabo[22].

La respuesta es la falta de libertad, de desarrollo. Porque la enorme riqueza de África no está en manos del pueblo sino en las de sus élites más poderosas y en las de algunas compañías transnacionales. Porque el colonialismo era demasiado caro, porque las multinacionales sostienen a las dictaduras.

Si todos los médicos africanos establecidos en Europa, Estados Unidos y Canadá, los abogados, los arquitectos, obreros y peones que mueren en la travesía del desierto sahariano o en las aguas del estrecho de Gibraltar pudieran regresar a África, todo cambiaría en las sociedades africanas. Al menos no habría emigración forzosa.

La única ayuda útil que necesita África, es que se generen las condiciones mínimas para poder vivir allí. Todo lo demás son parches sin incidencia real en los índices de desarrollo. Pero esos requerimientos mínimos no se producirán hasta que exista un entorno de libertad, en el cual pueda desarrollarse la actividad productiva. Para ello es necesario que la clase política corrupta cese en su afán de apoderarse de los recursos que pertenecen a toda la población africana.

Para finalizar, únicamente citar una frase que hace ya muchos años dijo el Mahatma Gandhi con respecto a la India colonial inglesa: “La pobreza es la peor forma de violencia”.

Conclusiones

En este artículo se han explicado cuales son los motivos que han llevado al continente africano a una situación de empobrecimiento forzoso con limitada capacidad de recuperación. Hechos tan relevantes tales como la gran expoliación de recursos naturales, la falta de voluntad de las clases dirigentes para reactivar la economía, la escasa incidencia de las inversiones en la actividad productiva, así como el neocolonialismo y la corrupción, actores principales que han llevado a África a una situación difícil de superar.

Estas y otras cuestiones han dado lugar al hecho tan extendido en África del enriquecimiento sin desarrollo, situación que, ni los gobiernos autóctonos, ni las clases dirigentes que conforman esas élites políticas con inmenso poder, ni las organizaciones internacionales han sabido o pretendido solventar.

La mayor parte de la emigración africana tiene como destino países de ese mismo continente. Tal es así que la emigración africana es más horizontal que vertical. De hecho, países como Costa de Marfil, Nigeria, la República Democrática del Congo, Sudáfrica, Kenya, Bostwana y Zambia han sido y son tierras que siempre han acogido más inmigrantes africanos que Europa.

Las causas de esta emigración masiva intracontinental son las crisis económicas, guerras, hambrunas, miseria, precariedad, dictaduras, catástrofes naturales, expoliación de los recursos naturales, etc., factores que caracterizan el día a día de una población que no ve una solución de futuro a sus problemas. Esto es lo que constituye un verdadero efecto “expulsión” hacia los países menos empobrecidos del continente africano. Sin olvidar la otra cara de la moneda, constituida por la emigración hacia países europeos.

La solución al problema de la emigración consistiría en considerarla no como un delito, sino como un derecho a la vida y a la supervivencia. Con ello se conseguiría la eliminación de las fronteras contra el hambre, la miseria y la persecución. Considerar a la emigración como un derecho daría pie a la destrucción de lo que constituyen los verdaderos combustibles de esta: la precariedad, la ausencia de democracia, las guerras locales y la destrucción masiva de los recursos naturales. Con ello quedarían erradicados los causantes principales de las desigualdades estructurales Norte-Sur. Dichas desigualdades tales como las de índole económico, político, social y cultural entre dos continentes, Europa y África, constituyen el eje central de la emigración intercontinental, el verdadero “efecto llamada”.

Notas:

1 Término acuñado por el profesor Patrick Chabal en London Strand-The Guardian, 29/09/2000. También su artículo “Neocolonialismo, neopatrionalismo y enriquecimiento sin desarrollo”, en la Revista Pueblos, 15/07/2003.

2 Tras la independencia, el sistema político que surgió en África era neo-patrimonial -es decir, basado en vínculos verticales de patrocinio entre las elites políticas y sus distritos electorales clientes-. Para entender este sistema hay que remontarse a la etapa colonial. Los poderes coloniales centraron su atención en encontrar mecanismos para mantener su poder. Defendieron y reforzaron su control manipulando y reordenando las estructuras tradicionales o las tribus dominantes. Los líderes autóctonos que estuvieron dispuestos a satisfacer las necesidades del Estado europeo invasor fueron mimados y se les delegó el poder a través del mantenimiento indirecto de la ley y el orden. Tras las independencias, aunque los gobernantes fueron sustituidos, las estructuras de la maquinaria estatal raramente se transformaron de modo sustancial. Los líderes autóctonos se convirtieron en clientes directos de poder estatal. Esta manera de gobernar ha sido, a menudo, apodada como neo-patrimonialismo. Es por ello que, la política contemporánea en África debe ser entendida como el ejercicio del poder patrimonial. Lo que significa en términos concretos es que, a pesar de la existencia de estructuras políticas oficiales, el poder se mueve esencialmente en el terreno extraoficial.

3 Dan W. Nabudere, Africa in the New Millenium: Towards a Post-Traditional Renaissance, James Currey, Londres, 2000.

4 Patrick Chabal Op.Cit.

5 Algunos casos como el de Teodoro Obiang, presidente de Guinea Ecuatorial, que lidera actualmente una de las dictaduras más corruptas y opresivas del mundo. Charles Taylor, expresidente de Liberia, que va a ser juzgado por el Tribunal Internacional o Laurent Kabila, expresidente de la República Democrática del Congo.

6 Firoze Manji, African Voices on Development and Social Justice. Ed. Pambazuka News, 2004.

7 Patrick Chabal Op.Cit

8 Dan W. Nabudere, Globalisation and the African Post-colonial State, AAAPS, Harare, 2000.

9 Algunos datos son reveladores de la situación de empobrecimiento en Senegal, como la tasa de desempleo (48%); la alfabetización media nacional (43% ) y la población que vive bajo el umbral de pobreza (54%).

10 La primera alarma por el agotamiento de la pesca en el lago llevó a los británicos a introducir en 1954, y contra el criterio científico de entonces, la perca del Nilo, un depredador de 200 kilos de peso y dos metros de largo, que consume enormes cantidades de peces pequeños y que virtualmente ha eliminado a toda la población de peces nativa. Desde entonces, se han perdido 200 especies únicas y las 150 que quedan están extinguiéndose.

11 Patricia Ortega Dolz, “ Destino Barcelona o el Infierno”, Diario El País, 4 de junio de 2006.

12 El Banco Africano de Desarrollo (BAD), que ha comprometido su apoyo a numerosos proyectos dentro de los Planes de Acción de Corto Plazo (STAP) del NEPAD por más de 370 millones de dólares, es uno de los principales soportes de esta iniciativa. Otros socios son los gobiernos de Estados Unidos y de Europa, otras Instituciones Financieras Internacionales y, por supuesto, las corporaciones transnacionales.

13 Issa Shivji, “Tanzania, ¿privatización/piratización de nuestros bosques?”. Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM). Boletín nº 99, noviembre, 2005.

14 J. Barry Riddell, “Things Fall Apart Again: Structural Adjustment Programmes in Sub-Saharan Africa”. The Journal of Modern African Studies, 30, pp 53-68. 1992.

15 B Campbell, “Indebtedness in Africa: consequence, cause or symptom of the crisis?” en Bade Onimode (ed.), The IMF, the World Bank and the African Debt: The Social and Political Impact, Zed Books, Londres, 1989.

16 Firoze Manji, “La Despolitización de la Pobreza”. Pambazuka News, 1998.

17 Otros indicadores económicos son también reveladores: el gasto del PIB en educación (2,2%) y servicio de la deuda (7,3% del PIB). El PIB total de Tanzania es de 24.700 millones de dólares. Tanzania, un país con casi un millón de kilómetros cuadrados de extensión, no llega a los 39 millones de habitantes. El índice de población que llega a la educación superior es del 0,9%.

18 Juan Carlos de la Cal. “Cuando la riqueza es una tragedia”. El Mundo, suplemento Crónica, 4 de junio de 2006.

19 World Investment Report, 2005.

20 Miembro del Instituto Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo; Profesor de Doctorado de Relaciones Internacionales y Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid y del Master de Relaciones Internacionales y Comunicación de la Universidad Complutense de Madrid.

21 Mbuji Kabunda, “La inmigración africana: resultado de los desequilibrios Norte-Sur y de las desigualdades internas”, en VV. AA., Los retos de fin de siglo en África, Ed. Mey, Barcelona, 1997.

Mbuji Kabunda, “La inmigración africana. Verdades y contraverdades”, en Letras Internacionales nº 68, Madrid, 2000.

Mbuji Kabunda , “Inmigración africana revisitada”, Nova África (Publicación del Centro de Estudios Africanos), Barcelona, 2006.

22 Yejide Ojo, “Cómo viajan los africanos a través del desierto para irse a otro continente”. Artículo publicado en el diario nigeriano Tribune el 16 de septiembre de 2006. Traducido por Rosa Moro.